Hace un tiempo me contactó un cliente para pedirme que le de una mano acompañando a uno de sus equipos en un proyecto que estaban por empezar. Me adelanto algo de información por mail y agendamos una call. La información del mail ya me levanto algunos warnings: un proyecto de 3 meses con 12 personas en el equipo de desarrollo (demasiada gente apilada en para tan poco tiempo).
La idea del cliente era que yo colaborara haciendo coaching del equipo pues tenían la intención de realizar varios ajustes en la forma de llevar a cabo el proyecto incorporando prácticas ágiles. Ya en la call el cliente comentó que las fechas estaban fijas y que el alcance también estaba bastante fijo. A esta situación se sumaron dos factores importantes: el equipo de desarrollo estaría distribuido y el proyecto era de vital importancia porque era el primero con un nuevo cliente y el éxito de este proyecto definiría la realización o no de siguientes proyectos.
Si bien el proyecto parecía desafiante decidí no aceptarlo porque me pareció que no se daban las condiciones para hacer coaching (al menos como a mi me gusta hacerlo). Cuando acompaño a un equipo (no me gusta el término coaching, me gusta más hablar de acompañamiento) trabajo en la mejora del equipo y eso implica un proceso de aprendizaje que requiere tiempo para experimentar y posibilidad de equivocarse. Pero este proyecto que me proponía el cliente no contaba con un contexto favorable para experimentación y aprendizaje, había una presión muy fuerte para el éxito del proyecto y un conjunto de restricciones que limitaban mucho el margen de acción ante imprevistos y equivocaciones.
Entiendo tu decisión Nicolás. Y la entiendo porque pequé en el pasado por haber aceptado este tipo de desafíos en los que había detectado este tipo de warnings y como era de esperar las alertas se convirtieron en fallos.
Desde ese entonces, digo que no a ciertas propuestas.
Muy buena la puesta en común.