El homeworking es una de las prácticas que a mi parecer está ganando gran popularidad en los ambientes informáticos. En particular en Buenos Aires existe hoy en día una gran demanda de profesionales informáticos y varias empresas «ofrecen como beneficio» la posibilidad de hacer homeworking 1 o 2 días por semana. Personalmente me gusta mucho el homeworking, yo soy bastante organizado y realmente logro ser muy productivo trabajando desde casa, sumado al hecho que me ahorro tiempo de viaje y caos de tránsito. Pero al mismo tiempo creo que es un cuestión que no debe tomase a la ligera.
Para empezar considero que el homeworking no es para todos. Ni para todos los proyectos, ni para todas las personas, ni para todas las organizaciones.
Hay proyectos en los que se requiere que la gente esté físicamente junta, tal vez no todo el tiempo, pero si en determinados momentos/temporadas (típicamente al comienzo del proyecto).
Al mismo tiempo, si una organización pretende habilitar el trabajo homeworking debe proveer cierta infraestructura para hacerlo posible, me refiero a cuestiones como algún sistema para conferencias online (skype, hangout, etc), acceso remoto a los servicios/servidores de la organización (ambiente de test, servidor de integración, sistema de tickets, etc, etc).
Finalmente respecto de las personas, es necesario saber organizarse y tener cierto nivel de autonomía en el trabajo. Este último punto no es trivial, pues la autonomía requiere ciertos conocimientos, tanto del contexto/organización como también de las tecnologías a utilizar.
Por otro lado hay un «anti-patrón» que he visto en varias ocasiones: tomar el homeworking como «obligación»: «yo los miércoles trabajo desde casa» cuando en realidad me parece que debería ser algo más del estilo «yo los miércoles intento trabajar desde casa, pero si el proyecto/contexto lo requiere vemos como manejarlo (obviamente procurando no perder el beneficio 😉 )«.