No puedes construir un producto y luego inyectarle calidad, por una simple razón: la calidad no es inyectable.
Si quieres un producto de calidad, debes construirlo con calidad desde el vamos. Esto implica que la calidad de tu producto está directamente relacionada al proceso de construcción del mismo. Por ello tu proceso de construcción debe incluir actividades y prácticas de calidad. Y nada de esto es particular de la construcción de software.
Curiosa y contrariamente a esto, durante mucho tiempo muchas organizaciones de la industria del software han insistido (y algunas lo siguen haciendo) en separar las actividades de construcción de las actividades de calidad, delegándolas incluso en distintos equipos que trabajan sobre el producto en distintos momentos, generalmente en forma secuencial. Un equipo de técnicos construye el producto y una vez terminado lo entrega al equipo de calidad, como si este pudiera inyectarle calidad, pero realidad ese equipo en el mejor de los casos solo mide la calidad del producto haciendo pruebas. Dependiendo del resultado de esas pruebas, el equipo de construcción vuelve a tomar el producto para «mejorar» su calidad. Esta dinámica de ida y vuelta se repite hasta que el producto alcanza el nivel de calidad deseado (o hasta que se acaba el presupuesto o hasta que se llega a una fecha límite).
¿Es posible generar un producto de calidad de esta forma ? Si, es posible. Pero no es la única forma y posiblemente tampoco sea la mejor para todos los casos. Entonces, ¿cómo seria una mejor forma de hacer esto? ja!, eso es tema del próximo post 😉